San Juan se encamina a ser el motor económico y productivo de Cuyo

La calidad de un dirigente político en muchos casos es difícil de medir en el momento que está en el poder y muchos tuvieron que esperar que la historia los reivindicara. Sin embargo, también están los casos de los que tomaron malas decisiones y que sólo el tiempo muestra que tan perjudiciales llegan a ser.

El viernes pasado, durante una conversación sobre minería con Alfredo Cornejo en Santiago de Chile, le pregunté por la herencia y si cree que alguno de los dirigentes que instalaron las restricciones a la industria minera pensaron en lo que iban a generar. Si pensaron en el complejo escenario que le dejaban a los mendocinos y a los dirigentes que estaban por venir. Me respondió que se estaba «poniendo viejo» y que prefería mirar hacia adelante y que le deja esa tarea a los historiadores. 

Sin embargo, y tal como se destacó en las conversaciones de pasillo del VII Encuentro Minero Argentino-Chileno en la embajada argentina en la capital trasandina, el vuelo que tomó el desarrollo de los proyectos de cobre sanjuaninos viene a confirmar y acelerar lo inevitable, y que es un cambio de escenario en materia económica en Cuyo, con San Juan como capital productiva de la región.

Lo que terminó por gatillar el inicio de este fuerte proceso de cambio, que tomará algunos años aún, pero que finalmente no tendría freno -según los expertos- es la alianza de Lundin y BHP para desarrollar Josemaría y Filo del Sol en el cada vez más relevante Distrito Vicuña. De la mano de esta fuerte apuesta del sector privado, San Juan comienza a concretar el trabajo que inició hace más de 20 años, cuando determinó que el desarrollo minero era una política de Estado.

En todo este tiempo, la vecina provincia no perdió el tiempo y exploró su potencial, con la fortuna de encontrar yacimientos importantes como los mencionados Josemaría y Filo del Sol, a los que se suman Los Azules, El Pachón y Altar.

Con estos proyectos en desarrollo, en el ambiente minero no hay ninguna duda que San Juan superará ampliamente -en el mediano plazo- a Mendoza como principal exportador de la región. Sólo con Josemaría se proyectaba un escenario en el que los vecinos iban a superar a todo el complejo exportador mendocino, pero ya con Filo del Sol en el mismo paquete y otros tres proyectos de talla mundial, directamente hablamos de miles de millones de dólares que -en el escenario actual- Mendoza no tiene forma de alcanzar. Con la matriz local actual, a duras penas, superamos los mil millones de dólares.

Aunque Alfredo Cornejo considera que el desarrollo de proyectos de cobre en San Juan será beneficioso también para Mendoza, algo que por distancia y servicios puede resultar efectivo, igualmente el escenario del mediano plazo para los dirigentes políticos será complejo, porque se enfrentarán a dos realidades muy distantes a partir de decisiones que se tomaron hace décadas, pero que no dejarán de condicionar el futuro de cada provincia.

Es que la falta de proyectos en la Argentina hace que aún no se logre dimensionar lo que puede llegar a ser una provincia empujada por las exportaciones de cobre. Ni siquiera en San Juan parecen tomar dimensión aúnde  lo que será la puesta en marcha de sus minas, cambiando radicalmente el epicentro de la actividad económica hacia el norte de Cuyo.

Lo más fácil sería pensar que, mientras San Juan adoptó como política de Estado a principio de los 2000 el desarrollo de la minería, en Mendoza nadie lo vio venir. Sin embargo, no fue así. Por esos años los geólogos mendocinos ya anticipaban lo que sería una alta demanda de cobre en el futuro. Por eso, en la administración de Julio Cobos hacia el 2005 se envió una misión a Canadá en busca de inversiones para  el desarrollo de la exploración (tal como se hizo nuevamente este año). 

El director de minería de esos años, Carlos Monjo (geólogo mendocino que hace sólo algunos días encabezó la exitosa audiencia pública del proyecto Calcatreu en Río Negro), fue el que viajó y trajo inversores. En esos años en Mendoza los procedimientos eran normales y no existía la 7.722 y el filtro político, por lo que las compañías comenzaron a venir. Sin embargo, también se inició la embestida de los movimientos antimineros y, finalmente, la administración de Cobos cedió a las presiones y sepultó el desarrollo de esta industria con una ley prohibitiva.

Mientras eso pasaba acá, en San Juan se intensificaba la exploración en proyectos como Josemaría y las empresas comenzaban con los sondajes en distintos puntos de la vecina provincia. Los años les dieron la razón y hoy tienen certezas respecto a su futuro, porque a la presencia confirmada del cobre, le suman empresas importantes instaladas y otras en camino de hacerlo.

Mendoza, en tanto, da los primeros pasos de un proceso que en los inicios está lleno de incertidumbre y que, a pesar del potencial, es incierto respecto a sus resultados hasta que finalmente (y más de dos décadas después que los vecinos), comencemos a medir la presencia de minerales en una zona limitada del territorio.

De esta forma, y de no mediar ningún cambio radical en el escenario que se proyecta, lo que pasará con Mendoza y San Juan, con realidades opuestas en cuanto a niveles de desarrollo, será una muestra de lo que sucede con las decisiones políticas en momentos determinados de la historia y cómo condicionan el futuro de las comunidades.

Lo bueno, dentro de todo, es que los proyectos de cobre son capaces de generar un movimiento económico que seguro irá más allá de las fronteras sanjuaninas y Mendoza podría aprovechar ese viento de cola mientras apunta a un desarrollo minero real.

EduGajardo MemoMendoza

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